Desde muy chicos se nos domestica de muchas maneras, en la mayoría de los casos, de la misma forma que nuestros padres han sido educados, con algunas diferencias, pero teniendo en cuenta protocolos básicos culturales, que están diseñados para ayudar a integrar al niño como un miembro más de la sociedad.
Esas formas o hábitos van desde lavarnos los dientes, bañarnos, vestirnos y crear una imagen corporal higiénica, entre tantas enseñanzas. De acuerdo a las ocasiones y cultura, nos enseñan urbanidad, lo que es necesario e inevitable, mientras aprendemos cómo formar parte del mundo.
La mayoría de los casos, sin embargo, convertimos a nuestros hijos en seres preparados para sobrevivir en la vida, y no necesariamente para vivirla, identificados con su apariencia física, su estatus social y económico, todo esto con el propósito de que tengamos una apariencia agradable para los demás.
Para cuando hemos acabado de domesticar, como me gusta llamar este tedioso proceso, de criar y preparar a nuestros hijos para sobrevivir la vida, hago énfasis en esta visión errónea de sobrevivir, ¿Por qué?, Cuando preparamos a nuestros hijos o hijas de esta manera, los mecanizamos y en la mayoría de los casos, lo desconectamos de su mundo interno y su esencia, que es netamente espiritual, perdiendo su verdadera identidad, hasta el punto que se identifiquen erróneamente con el cuerpo como si este fuese su ser, sin que él o ella se desarrollen interiormente, con la misma facilidad con el mundo interno, que como le hemos enseñado que lo hagan hacia el mundo externo, porque hicimos énfasis en sobrevivir la vida.
Con lo anterior descrito comienzan las dificultades en ellos, pues no los ayudamos a reconocer cómo se sienten, su relación con los demás y el entorno, generando diversidad de emociones, las cuales en la mayoría de los casos, quedan reprimidas, acumulándose a medida que pasa el tiempo.
Habiendo sido criados de esta manera, ellos y nosotros, nos convertimos en adultos con una gran disfunción emocional, pasando fácilmente de un estado emocional a otro, creando una sobre dimensión de lo que sentimos, sin realmente hacer consciencia si los eventos que estamos viviendo, requieren la cantidad y calidad emocional que estamos sintiendo, reaccionando a pequeños eventos, como si fuesen una amenaza para nuestra existencia.
Se cae un vaso al piso rompiéndose y la reacción es una ira que solo sería necesaria si tu vida estuviese en peligro, hiriendo a los seres queridos, desencadenando una gran cantidad de energía, que finalmente nos distorsiona nuestros campos magnéticos, desarmonizando toda nuestra psiquis, enfermándonos a largo plazo y creando cada vez más semillas con esta textura emocional, para repetir estas descargas emocionales una y otra vez.
Esta reacción emocional de vida o muerte ante simples eventos, es el producto de esta crianza de sobrevivencia, y la desconexión de nuestro corazón, el cual está sometido por una mente fría y calculadora, la cual carece de la capacidad de sentir ¿Cómo la razón puede comprender la emoción?.
Por eso debemos, enseñarle a nuestros hijos desde muy temprana edad, a ser conscientes de sus emociones, enseñándoles cómo limpiar también su cuerpo emocional y sus mentes, reafirmándoles la importancia de la claridad emocional que se tenga, siendo ejemplos para ellos de tener un manejo emocional puro que incluya siempre a los demás.
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