Siempre que sentimos que alguien nos hace algún daño, hay un deseo de venganza muy dentro de nuestro Ser, es una necesidad casi básica que habita en el Subconsciente como un patrón de conducta, una creencia aprendida desde que somos niños. Por tanto cuando sentimos ese deseo de venganza se revuelve todo en nuestras emociones, porque el amor se pierde de vista, ya que el odio o el resentimiento se apodera de tu ego, de todos tus pensamientos, hasta que logres hacer algo para quitarte esa espinita que llevas por dentro.
Cuando hay deseos de venganza, se torna todo oscuro, no hay luz que pueda hacerte ver que en algún momento viviste momentos muy hermosos con esa persona, ya sea pareja, amistad o familiar, es ese rencor el que te impide ver con claridad lo que debes hacer para olvidar o perdonar. El deseo de venganza carcome tu alma, se apodera de tu vida y hasta empieza a formar parte de todo lo que haces.
Cuando esto sucede tienes que obligatoriamente sacudirte esa mala emoción, liberarte de ella a través de hacer un acto de regresión sobre el motivo de esa ruptura o decepción. Tienes que pasar por un duelo que te permita soltar, llorar lo que tengas que llorar y luego dejar ir esos sentimientos de dolor, porque es ese dolor el que te está llevando desear hacerle lo mismo a esa persona o queriendo que sufra el doble que tú para que te comprenda. Este proceso de venganza pasa por el grado de victimismo en el que te encuentras, porque tu ego te hace creer que esa persona actuó solo porque no eres merecedora de nada y es en ese momento cuando pierdes tu valor.
Pero nada es difícil de cambiar si te propones, nada. Si tienes la convicción de que puedes salir de ese estado de desesperación y de dolor en el que te encuentras, entonces te invito a recurrir al silencio y a la meditación como dos armas muy poderosas que te permitirán encontrarte contigo mismo y desde tu dolor entender que el otro actuó según lo que Es y lo que está viviendo.
Cuando te encuentras contigo mismo a solas, experimentas un gozo que solo se logra sintiendo la presencia divina en tu Ser, es en ese justo momento, cuando ya pierdes los deseos de hacer también daño a la otra persona o pagar con la misma moneda; perdonas y te liberas, porque retomas tu poder personal y sabes que el daño te lo estás haciendo tú con ese rencor que sientes.
Aprende a soltar, suelta todo lo que te impida seguir adelante, con el tiempo verás que nada de eso te pertenecía, que no valía tanto dolor.
Hasta la próxima publicación…
Zuluan Orion
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